‘Valladolid, en blanco y negro y a color’: La única casa de Cervantes que se conserva

Tan inmortal como El Quijote es la huella que dejó Cervantes en Valladolid. Era capital de la Corte cuando el escritor se trasladó al número 9 de la calle del Rastro, dato contrastado gracias al desdichado asesinato de Gaspar de Ezpeleta -que le costó a Cervantes una noche entre rejas, eso sí, en calidad de testigo-. Hoy es el Museo Casa de Cervantes, la única casa original del manco de Lepanto que se conserva en España. Aquí inició la segunda parte de El Quijote y escribió varias novelas ejemplares.

Valladolid Plural se adentra en la estancia de Miguel de Cervantes en la capital vallisoletana para descubrir donde dejó su huella el histórico dramaturgo. Cervantes estuvo en dos ocasiones en Valladolid, según recogen los escritos. La primera vez de niño, con tan solo cuatro años junto con sus padres y sus cinco hermanos. La familia habitó en la citada casa situada en la denominada acera de Sancti Spiritus, hoy Miguel Íscar, muy alejada -por entonces- del centro de la villa del Pisuerga. El escritor volvió de nuevo a la ciudad en 1604, esta vez siguiendo a la Corte que había cambiado en 1601 la capital del reino de Madrid, a Valladolid, según recoge en sus escritos la Concejalía de Cultura y Turismo del Ayuntamiento de Valladolid.

Durante su estancia en la ciudad obtuvo el privilegio real para imprimir la primera parte de ‘El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha’ y se estableció la tasa para su venta. En el verano de 1605 el escritor es testigo de un suceso a las puertas de la casa cuya documentación recogida en un proceso judicial permite confirmar que esta es la verdadera casa en la que vivió.

En el muro que lo separa de la calle Miguel Íscar hay seis placas con los siguientes textos: «Al Duque de Béjar… Señor de las villas de Capilla, Curiel y Burguillos», dedicatoria de Don Quijote de la Mancha, «Les contaré un romance… de cuando la Reina… salió a misa de parida en Valladolid y fue a San Llorente» en ‘La Gitanilla’, «Di la presente en Valladolid, a veinte días del mes de diciembre de mil seiscientos cuatro», ‘tasa de Don Quijote’, «Salía del Hospital de la Resurrección, que está en Valladolid, fuera de la Puerta del Campo…» , en ‘El casamiento engañoso’, «Por esto será famosa, desde Henares a Jarama, desde el Tajo a Manzanares, desde Pisuerga hasta Arlanza» en ‘Don Quijote de la Mancha’ y «Vámonos al espolón a recrear los ojos» en ‘El coloquio de los perros’.

Algunos de los escenarios vallisoletanos que aparecen en sus novelas son, como nos recuerdan estas placas, el desaparecido Hospital de la Resurrección, del que conservamos la fachada, en el mismo patio del Museo. La citada Puerta del Campo, además, es en La ilustre fregona el punto de encuentro que fijan Avedaño y su ayo. En esta obra también menciona las fuentes de Argales. ‘San Llorente’, que menciona la placa de La Gitanilla, es la iglesia de San Lorenzo.

El Esgueva aparece en ‘Viaje al Parnaso’, pero es el Pisuerga el que se menciona por partida triple: en ‘El Coloquio de los perros’, en ‘La Galatea’ y en ‘El Quijote’. «No pregunto eso, sino que cuál es mejor lugar: ¿Valladolid o Madrid?. Y respondió: De Madrid, los extremos; de Valladolid, los medios. No lo entiendo repitió el que se lo preguntaba. Y dijo: De Madrid, cielo y suelo; de Valladolid, los entresuelos»: así habla de la ciudad el manco de Lepanto en ‘El Licenciado Vidriera’.

Valladolid ha rendido numerosos homenajes a Cervantes, como la estatua de la plaza de la Universidad, trasladada a finales del siglo XIX desde su ubicación original, la antigua casa del escritor o varias placas que nos guían los rincones más cervantinos a través de tres escenarios elegidos por el ilustre literato para ambientar algunas de sus novelas: la Casa Mantilla, la Iglesia de San Lorenzo y el Puente Mayor.