Oda, auténtica oda al baloncesto el partido entre Real Valladolid Baloncesto y Cáceres. El cuadro de Paco García se llevó un partidazo en la prórroga que tenía prácticamente perdido a falta de nueve segundos (69-73), pero un ‘3+1’ de Puidet lo llevó a la prórroga donde terminó llegando el triunfo. Los blanquivioleta, comandados por un Pantzar estelar con 52 de valoración, suman la duodécima victoria del curso, con nueve de nueve en casa, y ponen el broche a una primera vuelta sobresaliente. Superlativo. Sobresaliente. Formidable. Estratosférico. Incluso esos calificativos se quedan cortos para hacer justicia al partido firmado por el Real Valladolid Baloncesto, a la montaña rusa de los últimos minutos y a la magia del Pisuerga.
De nuevo con un ambientazo en la grada y el público siendo diferencial, entre cánticos de ‘sí se puede’, los blanquivioleta mantienen su condición de invicto una semana más. Pero antes de la traca final, el Pucela Basket, sin muchos trucos de inicio, trabajó y sacó el pico y la pala para aguantarle el ritmo al Cáceres Patrimonio de la Humanidad. Los foráneos, muy acertado desde el triple, se hicieron con la manija del partido merced a la falta de puntería local y mandaron en las primeras posesiones.
Espesos en ataque y atascados por completo, los blanquivioleta sufrieron de inicio, aunque la salida de Melwin Pantzar aportó luz al equipo. El base sueco revolucionó el partido y firmó nueve puntos en apenas cinco minutos como carta de presentación, aunque fueron los extremeños quienes se anotaron el primer asalto (17-22). Los de Roberto Blanco, con un 3/8 en triples, mandaban merced a su buen acierto. Pero la dinámica cambió radicalmente en el segundo periodo. La arenga de Paco García reactivó a un RVB subió varias marchas de golpe para desarbolar a los de Roberto Blanco. Jugando abiertos y con el base sueco comandando el timón con 21 puntos y 30 de valoración al descanso, los vallisoletanos golpearon con un contundente 13-0 de parcial que obligó a los cacereños a pedir tiempo muerto (30-22).
La tregua fue balsámica. Los castellanos continuaron defendiendo a un gran nivel y mantuvieron la ventaja que atesoraban, pero no pudieron abrir brecha ante la mejoría visitante. Así, el Real Valladolid Baloncesto alcanzó el descanso con una renta (42-35) después de haber firmado un sobresaliente segundo cuarto. Tarde, pero habían despertado los de Pisuerga, y de qué manera. Además de la intensidad que estaba imprimiendo el Real Valladolid, cada vez más crecido conforme avanzaba el partido, estaba cumpliendo con el plan de partido. Ganando en rebotes y con menos pérdidas, también acompañó el cada vez mejor acierto desde el triple para mandar tras la primera mitad.
Pero quedaba un mundo por jugarse. Cáceres Patrimonio de la Humanidad, equipo aguerrido donde los haya, no había dicho su última palabra. Los de Roberto Blanco subieron varias marchas atrás y los pucelanos volvieron a atascarse como en el primer cuarto. Los locales encadenaron casi cinco minutos sin anotar, circunstancia que aprovecharon los verdinegros para igualar la contienda de nuevo (48-48). Sin Kevin Allen, lesionado, y con dos bases en pista, el cuadro pucelano sufría para sujetar el rebote ante un equipo grande y físico que se fue adueñando de la zona. Con la chispa apagada tras el descanso, los de Paco García resistieron el buen momento de los extremeños y perdieron toda la renta, afrontando los últimos diez minutos por detrás (50-54).
Con menos velocidad y jugando a un ritmo más favorable para los visitantes, a las ardillas se les había cerrado el aro y no veían forma de sumar, pero el trabajo atrás mantuvo a raya los de Roberto Blanco. Los verdinegros llegaron a disponer de una máxima de ocho tantos, pero el Real Valladolid Baloncesto, llevado en volandas por sus fieles, volvió a reaccionar a tiempo. Se había trabado por completo el partido y con cinco por disputarse, los dos equipos ya estaban en bonus. Las continuas faltas y los parones frenaron a los de Paco García, empeñados en subir el ritmo, pero los locales hicieron alarde de paciencia para esperar su oportunidad. Varios robos consecutivos permitieron a Pantzar y Puidet sumar canastas fáciles al contraataque, iniciando la remontada final y obligando a Roberto Blanco a parar el partido.
Esos tres puntos continuaron imperando y parecían definitivos, pero el RVB tuvo disciplina, fe y acierto para agarrarse con todo al partido. Y esperar la oportunidad. Iba a llegar, tenía que llegar, y llegó. Los visitantes tenían el partido en la mano, pero faltaba cerrarla. Con 69-73 y solo nueve segundos por disputarse, los pucelanos necesitaban una acción épica para salvar la bola de partido y fue Jaan Puidet quien se vistió de superhéroe. Un ‘3+1’ del exterior estonio, con el tiro libre adicional a pesar de la tensión del momento, igualó el partido. Y a punto estuvo de ganarlo sobre la bocina. No quedaba tiempo y el báltico se hizo con el balón de nuevo y anotó desde su propio campo, pero, por décimas, fuera de tiempo. Prórroga y milagro conseguido, que no consumado.
Faltaba la guinda, al partido y a la primera vuelta. Y el Pucela Basket, que lo tenía perdido hace unos segundos, no dio más concesiones. Los pupilos de Paco García dieron toda una lección de disciplina y saber jugar para estirarse con un +6 tras dos triples de Gantt y Puidet que parecían casi definitivos, pero aún quedaban más minutos de tensión. En el carrusel de tiros libres, de faltas, de idas y venidas a la línea de personal, los blanquivioleta mantuvieron la sangre fría y las muñecas afinadas para terminarse llevarse toda una oda al baloncesto (90-86). Doce victorias, doce de 17 en la primera vuelta, nueve de nueve en Pisuerga y una primera vuelta formidable que concluye con el broche de oro. La magia del fortín blanquivioleta sigue intacta.