Teatro Corsario estrena en el Calderón una nueva producción del clásico ‘El alcalde de Zalamea’

La concejala de Educación y Cultura de Valladolid, Irene Carvajal, el director del Teatro Calderón, Txema Viteri y el director de Teatro Corsario, Jesús Peña han presentado este martes con el actor Carlos Pinedo el espectáculo ‘El alcalde de Zalamea’, de Calderón de la Barca, que se estrenará el próximo día 30 de septiembre en Valladolid, en el Teatro Calderón. Se trata de una nueva producción de la obra de Pedro Calderón de la Barca versionada por Teatro Corsario, compañía de larga trayectoria artística y de importante reconocimiento, tanto en Valladolid como a nivel nacional e internacional.

En escena, Teatro Corsario ha puesto textos de los más importantes autores del Siglo de Oro, como Pedro Calderón de la Barca, Tirso de Molina, Lope de Vega o Lope de Rueda, y ya en el romanticismo José Zorrilla. De este último autor fue su última producción, que también contó con la coproducción del Teatro Calderón de Valladolid y obtuvo un notable éxito en sus representaciones en la Sala Principal y en otros teatros dentro de su gira nacional. Es, por tanto, de máximo interés para el Teatro Calderón y la Fundación Municipal de Cultura la puesta en escena de un nuevo espectáculo de esta compañía y es por ello que se coproduce ‘El alcalde de Zalamea’ y se realizan dos representaciones en la Sala Principal en 2023.

Tras haber puesto en escena seis obras de Calderón de la Barca, la compañía Teatro Corsario estrena la séptima consciente de estar ante una de las más grandes y sabiendo que sólo la puede afrontar desde el estudio riguroso de su esencia, así como de la forma precisa de decir el verso, una de sus señas de identidad. Y la estrena en el Teatro Calderón, cuyo nombre celebra al famoso autor y, como carambola, resulta que fue inaugurado en 1864 con esta misma obra, teniendo aún el telón de boca original con la representación de una de las escenas de esta obra.

‘El alcalde de Zalamea’ es mucho más que un drama de honor. Tiene bastante de comedia y no es extraño que unas cuantas escenas provoquen la risa y la sonrisa. Se mueve en un código de complicidad con el espectador, haciéndole participar de las andanzas de unos personajes que, en rigor, no querríamos tener de amigos. Pero eso es, entre otras muchas cosas, lo maravilloso de su escritura. Cuenta la historia de una violación y su difícil castigo. En este punto, como no podría ser de otro modo, sólo cabe la exposición del horror y la dureza de los argumentos puestos en boca de personas perfectamente reconocibles, sacados de la vida misma.