En pleno valle del arroyo Masegar, todo él rodeado de páramos con pinares, se encuentra Camporredondo. Una población con un curioso nombre, que si queremos saber el porqué, no hay más que acercarse hasta uno de los páramos y observar como desde su altura, el pueblo parece que esté en un campo redondo. Valladolid Plural se adentra en una nueva localidad por descubrir en nuestra provincia, en esta ocasión en Tierra de Pinares hasta hacer parada en Camporredondo a 36 kilómetros de la capital, y cuenta según el Instituto Nacional de Estadística con cerca de 150 habitantes.
La primera mención escrita de Camporredondo es del año 1258, en época de Alfonso X de Castilla, en el deslinde entre las comunidades de Villa y Tierra de Portillo y la de Cuéllar. Su construcción más importante es la Iglesia gótica de Nuestra Señora de la Asunción, la torre-campanario es de estilo románico restaurada en el siglo XVIII, la iglesia es gótica del siglo XIII con retablo del siglo XVIII y en su parte central un Cristo del siglo XIV.
El otro edificio de cierto valor en el pueblo es la Ermita del Santo Cristo del Amparo, de medidos del siglo XX. Cerca de esta se observa la base de la antigua ermita de planta cuadrada, que por trasmisión oral se sabe que el tejado era de madera a cuatro aguas y entrada con arco de medio punto, lo que nos hace pensar en un origen visigótico o alta edad media.
Además, Camporredondo sorprende por sus vestigios históricos que se pueden encontrar en el pago de las Vegas con restos del paleolítico y en la zona de las eras, del bronce medio. En la llamada ciudad de la rosa, según se refleja en la carta arqueológica de España para la provincia de Valladolid editada por la Diputación Provincial en 1974, menciona hallazgos protohistóricos de vasijas, armas y sepulturas.
En la zona de la ermita, en dirección al cementerio, hay un yacimiento visigodo y de esta hacia el camino a San Miguel del Arroyo han aparecido tumbas de la alta edad media. En la zona de San Cristóbal hay otro yacimiento cuyo origen posiblemente sea de finales del siglo X.
En el ámbito medioambiental, el rey Alfonso X regula por edicto en 1273 el pastoreo trashumante, una de cuyas cañadas, la Real Oriental Leonesa junto con las de Valle Sardón y Tudela han visto pasar el ganado principalmente ovino, hasta principios del siglo XX, estando las cañadas reales de la meseta en el listado indicativo de la Unesco desde 2007, como paso previo a Patrimonio de la Humanidad.
Al sur del pueblo, los caminos de San Miguel y Santiago del Arroyo, es algo atípico en el interior de la península, se puede ir a pie o a caballo en un ecosistema de dunas. También es muy común el avistamiento de rapaces con la observación del cernícalo vulgar, milano real, águilas ratonera y calzada, gavilanes, alcotanes y halcones así como los nocturnos autillo, cárabos, mochuelos, búhos y lechuzas. Ocasionalmente se pueden avistar águilas perdiceras, culebreras, buitres leonados o búhos reales.
Las dos fiestas de la localidad se celebran el 15 de mayo con San Isidro, el 15 de agosto con Nuestra Señora de la Asunción y tanto estas como también las jornadas culturales de octubre, forman parte de nuestra riqueza histórica, cultural, forestal y ecológica.