La Semana Santa de Valladolid es una de las fechas más importantes para todos los vallisoletanos y también para los miles de turistas que durante estas semanas visitan la ciudad del Pisuerga. Una cita declarada de Interés Turístico Internacional por la riqueza de sus pasos y el sentir de cada procesión. Las tallas de imagineros como Gregorio Fernández, Juan de Juni y Alonso Berruguete se muestran a la ciudadanía con el silencio y recogimiento de cada uno de los hermanos y hermanas, admirando su delicada presencia y el recogimiento en cada uno de los pasos.
Además, la Semana de Pasión vallisoletana cuenta con un total de cinco cofradías penintenciales históricas. Fundadas en el siglo XVI -con excepción de la Vera Cruz que data de finales del XV- y con fines benéficos, como la asistencia a los pobres o el cuidado de los enfermos, las cinco cofradías penitenciales históricas de nuestra cristalizaron la exaltación del culto en la Semana Santa de Valladolid
El paso de estas labores de asistencia a manos de organismos oficiales las llevó a encargarse la religiosidad y de La Pasión, aupando a la Semana Santa a su momento de máximo esplendor, el siglo XVII, con la marca de calidad inigualable de maestros imagineros como Gregorio Fernández. Únicas cofradías de la época, se repartían los días, horas e itinerarios de las procesiones para evitar encuentros, cada una tenía su procesión y no coincidían con las demás.
A principios del siglo XVIII comenzó un periodo de decadencia que las llevó a su práctica desaparición en el XIX, pese al pequeño impulso auspiciado por el general Kellerman durante la ocupación francesa, cuando se celebró la primera procesión general de Valladolid en 1810. No fue, sin embargo, un movimiento capaz de devolver la vida a una festividad aletargada hasta la intervención del recordado obispo Gandásegui, ya en el siglo XIX, que configuró La Pasión vallisoletana tal y como la conocemos en la actualidad.
La Cofradía Penitencial de la Santa Vera Cruz es la más antigua de Valladolid, se fundó a finales del siglo XV. Aunque no se conoce la fecha exacta, hay constancia documental de su existencia en el año 1498 en el desaparecido convento de San Francisco, con la causa de atender a los enfermos contagiosos y a los desamparados. Ser la cofradía más antigua de la ciudad le otorgaba el privilegio de elegir itinerario y horario en el día de su procesión de regla ante las otras cuatro formaciones penitenciales.
Un siglo después se traslada a su Iglesia Penitencial, en la calle de Platerías, un museo de la Semana Santa vallisoletana con pasos como ‘La Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén’, popularmente conocido como La Borriquilla, el único de los antiguos pasos de papelón que se conserva en la ciudad, o las obras de Gregorio Fernández ‘El descendimiento’ (1623), ‘La Dolorosa de la Vera Cruz’ (1623), ‘Jesús Atado a la Columna’ (1619) y ‘Ecce-Homo’ (1620), además del Lignum Crucis, reliquia de la Cruz procedente de Liébana.
El Domingo de Ramos en ‘Las Palmas’, Lunes Santo en la procesión del Santísimo Rosario del Dolor, madrugada del Viernes Santo en su procesión de regla y en la Procesión General de la Sagrada Pasión del Viernes Santo. Además, el Sábado Santo organiza un ofrecimiento en su propia iglesia, son las procesiones en las que salen durante estos días. Su hábito consta de túnica negra, capa verde, capirote negro, guantes blancos, menos el Viernes y el Sábado Santo, cuando también son negros.
La Cofradía Penitencial de la Sagrada Pasión de Cristo, en la misma línea que la hermandad de los Florentinos en Roma –lo que les concedió las mismas bulas papales-, la hermandad se acogió desde su fundación, en 1531, a San Juan Bautista como patrón. Su regla les exigía el amparo a los reos que iban a ser ajusticiados: les reconfortaban en sus últimos momentos con buenas palabras, comida y bebida, y le vestían como a un hermano para que se sintiese parte de las indulgencias papales concedidas a los cofrades. También se hacían cargo de su sepultura y de la de los cadáveres que aparecían en las cercanías de la capital o en el río. A diferencia de otras cofradías, continuaron con su labor durante siglos, participando en el cuidado de los ajusticiados incluso a en el siglo XIX.
Atesoran pasos del siglo XVII como el ‘Cristo del Perdón’, de Bernardo del Rincón; ‘Nuestro Padre Jesús Flagelado’, atribuido a Antonio Ribera, o los anónimos ‘Cristo del Calvario’ y ‘Nuestro Padre Jesús con la Cruz a cuestas’. Entre las procesiones en las que participa se encuentra el Sábado de Pasión, en el Ejercicio Público de las Cinco Llagas; la noche del Jueves Santo, en Oración y Sacrificio; Viernes Santo en la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor. Su hábito consiste en una túnica y capa de color gris, guantes blancos y capirote y zapatos negros.
Por su parte, la Ilustre Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias tuvo su origen en el espacio conocido como las cuatro calles, lo que hoy es el cruce de las calles Torrecilla, que de hecho, era llamada de las Angustias vieja, Rondilla de Santa Teresa, Gondomar y Santa Clara, entorno de la Real Chancillería, tribunal con el que la hermandad mantuvo una estrecha relación.
Aunque no se tiene constancia de la fecha exacta de su fundación, se conserva una bula que acredita su existencia en enero de 1536. En ella, el papa Paulo III concede ciertos privilegios a los cofrades a cambio de la penitencia y caridad que se les exigía: mantiene un hospital, asistían a los hermanos presos, enfermos o descomulgados, se hacía cargo de los cuerpos que nadie reclamaba, pedía limosna para obras de caridad.
Hacia el siglo XVII la cofradía vive su época dorada con el traslado al actual templo de las Angustias y con la custodia de auténticas joyas de la escultura del siglo XVI, como su titular, ‘Nuestra Señora de las Angustias’, de Juan de Juni; y del XVII, cuando fue tallado el paso ‘San Juan y Santa María Magdalena al pie de la Cruz’ por Gregorio Fernández. Por aquel entonces contaba con otras piezas de Gregorio Fernández, el ‘Santo Sepulcro’, trasladado al Museo Nacional de Escultura, y el conjunto ‘El descendimiento’ que, excepto dos imágenes, también se expone en el centro museístico. El repertorio de esculturas en madera que acumula se debe, en parte, a que su templo fue sede del gremio de entalladores, que contaba entre sus filas con Juan de Juni, Francisco de Rincón y Gregorio Fernández, también cofrades de las Angustias.
Entre sus procesiones destacan la del Martes Santo en El Encuentro; Viernes Santo en su procesión de regla y en la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor. Su Hábito es una túnica y capirote de terciopelo en color azul turquí oscuro, bocamangas de encaje blanco, cíngulo rojo y una cruz roja sobre el pecho.
La muy Ilustre Cofradía de Nuestra Señora de La Piedad cuyo origen se remonta a los tiempos de la reina Juana y de su hijo Carlos I, cuando comenzó a ser conocida popularmente como de los ‘ginobeses’ por su relación con comerciantes que llegaban desde Génova atraídos por la pujanza de la corte del emperador. Cuando Valladolid perdió la capitalidad, la colonia de italianos abandonó la villa dejando a la cofradía en una complicada situación, pues entre sus filas no había miembros castellanos. Así, en 1578 se refunda, ya por hermanos vallisoletanos, e, incluso, se fusiona, aunque solo por unos años, con la Cofradía de las Angustias. En estos años asumió el cuidado de enfermos con llagas.
En 1578 es tomado como año fundacional de la actual cofradía, después de intensas disputas que se saldaron cuando el Tribunal de la Real Chancillería sentenció que la refundación marcaba el inicio de una nueva Hermandad que nada tenía que ver con la de los genoveses. Ha pasado por varias sedes, una parroquia de San Roque cerca del Puente Mayor, un templo propio en la calle de Pedro Barrueco, la iglesia de El Salvador hasta su establecimiento definitivo en la Iglesia Parroquial de San Martín. Cuenta con una talla de Gregorio Fernández como es ‘La quinta angustia’ (1625) que sustituyó a ‘La Piedad’, del mismo escultor, hoy en el Museo Nacional de Escultura.
Entre las procesiones en las que participa, en la noche del Miércoles Santo en La Piedad, Jueves Santo en la de Penitencia y Caridad, Viernes Santo en la Procesión General. Su hábito es una túnica, bocamangas, guantes y calzado negro y cíngulo, cuello, botones y cruz escalonada en rojo.
Por último, la Cofradía Penitencial de Nuestro Padre Jesús Nazareno, es la última de las Cofradías Penitenciales fue fundada en 1596 al amparo de la orden de San Agustín. La ruptura definitiva entre ambas hermandades tuvo lugar el Viernes Santo de 1676, cuando los cofrades de Jesús Nazareno salieron en procesión del templo de los agustinos para no volver nunca a su anterior sede e instalarse en su nuevo templo.
La tensa separación culminó ocho años después con la devolución de los pasos procesionales reclamados. Dos de ellos, un nazareno de Pedro de la Cuadra (1600-1620) y el conjunto Sed Tengo de Gregorio Fernández (1612-1616) se conservan en el Museo Nacional de Escultura y, desde principios del siglo pasado, son sacados por ambas cofradías.
Los actuales pasos que hoy conserva la Cofradía de Jesús Nazareno son copias de aquellos que perdieron en el siglo XVII, realizadas en la misma época: una escena del Despojo tallada por Juan de Ávila y el Cristo de la Agonía obra de Juan Antonio Peña. Además de por su hábito, los nazarenos son reconocibles por su peculiar forma de desfilar, siempre en silencio y con las manos entrelazadas sobre el pecho, y por supuesto, por la escolta de la Guardia Civil, Cuerpo nombrado Cofrade de Honor, que acompaña al paso titular en sus salidas.
Las procesiones en las que participa son en la tarde del Miércoles Santo en el Vía Crucis, Jueves Santo en la Procesión de la Peregrinación del Silencio y Viernes Santo en la Procesión General. Su hábito está formado por una túnica y capirote en terciopelo morado, cíngulo y galón dorado; guantes, bocamangas y bajos blancos y zapatos negros.