‘Valladolid, en blanco y negro y a color’: La leyenda del bautizo de Felipe II

Valladolid es una ciudad llena de secretos y leyendas que se remontan muchas de ellos a Siglos pasados con sus figuras históricas. Para conocerlas más de cerca y que no caigan en el olvido, Valladolid Plural ha quitado el polvo a escritos y documentos arcaicos con el fin de sacar las historias a nuestros días e imaginarnos como fue la vida y costumbres de nuestra ciudad en tiempos remotos. En esta primera entrega, nos acercamos a una de las leyendas más extendidas entre los vallisoletanos como es la del bautizo de Felipe II y cuya huella permanece en la actualidad en el Palacio de Pimentel de la Diputación de Valladolid en plena Plaza San Pablo.

Corría el año 1527 a comienzos del Siglo XVI cuando el 21 de mayo nació Felipe II en el Palacio de Pimentel en la capital vallisoletana. En aquella época, la tradición católica señalaba que los recién nacidos tenían que ser bautizados en la iglesia más próxima a su lugar de nacimiento por lo que quince días después de su nacimiento, los reyes Isabel de Portugal y Carlos V decidieron bautizar al pequeño Felipe. Los progenitores querían realizar el acto de bautismo de su hijo en el espacio más señorial de la ciudad de Valladolid pero se veían comprometidos por la religión católica ya que su templo más cercano era la humilde iglesia de San Martín.

Muchos vallisoletanos cuentan que el rey Felipe II fue sacado por una ventana del Palacio de Pimentel, fácilmente distinguible por la cadena que la condena, para evitar ser bautizado en la parroquia de San Martín, como mandaba la tradición, y celebrar así los faustos en la suntuosa iglesia de San Pablo. Sin embargo, parece más factible que esta leyenda sea una deformación de los hechos reales.

La historia perpetuada por la tradición oral detalla que el rey Carlos V se negó a que su primer vástago recibiese el sacramento en la modesta iglesia de San Martín, situada junto al Palacio de Pimentel. La vieja ermita parroquial nada tenía que ver con la actual, pues dado su estado, y a excepción de su torre, fue reconstruida medio siglo después del conflictivo bautismo que protagoniza la leyenda. De manera de que el lujo del templo de San Pablo debía de ser, a juicio del emperador, más digno del niño llamado a dominar el mundo.

La decisión de Carlos V fue tomada como el mayor de los escándalos, ya que enfrentaba por un lado los intereses de la monarquía y por otro los de la autoridad eclesiástica. En pleno revuelo, alguien tuvo la idea de sacar al futuro Felipe II por la ventana para satisfacer así el deseo de su majestad y respetar, al pie de la letra y no sin cierta picardía, la tradición de bautizar al recién nacido en la parroquia que correspondiese a la salida del hogar.

A pesar de lo arraigada que se encuentra esta historia entre los vallisoletanos, lo más probable es que no sea cierta. Lo que se sabe con certeza es que el futuro Felipe II fue bautizado en San Pablo y que la comitiva desfiló por un pasadizo elevado de madera, pero con el fin de salvaguardar al emperador y a su familia en un momento comprometido para su reinado. Algunas informaciones apuntan a que ese mismo día, los ejércitos mercenarios de Carlos V estaban asaltando Roma.