La mayoría de los aficionados españoles al fútbol recordarán a José Emilio Amavisca sobre todo por su periplo en el Real Madrid y el indómito tándem que formó con el chileno Iván Zamorano en la temporada 1994-1995. También por su papel en la Selección Española de Javier Clemente que alcanzó los cuartos de final de la Eurocopa de Inglaterra 1996 o sus años dorados en aquel Deportivo de la Coruña del ‘Centenariazo’ y que alcanzó las semifinales de la Champions de la mano de Jabo Irureta. No obstante, pocos se acuerdan de que el extremo zurdo de Laredo inició su carrera en el mundo del fútbol en el Real Valladolid, club al que estará eternamente agradecido por el poso que supuso en su trayectoria deportiva.
Allá por 1989, José Emilio Amavisca fue aupado del equipo juvenil de su localidad natal al de Tercera División. En apenas diez partidos sorprendió a propios y extraños al convertirse el máximo goleador del equipo de la temporada, entre otros a Fernando Redondo, exentrenador y exdirector deportivo del Real Valladolid que no se lo pensó ni dos veces a la hora de reclutarle para el Promesas. Nuestro protagonista de la sección dedicada a recordar aquellos jugadores que dejaron su huella en Valladolid siempre reconoció que para él dejar su casa, a su familia y su localidad natal fue muy duro, aunque gracias al buen ambiente que reinaba entre los chicos del Promesas, su adaptación fue mucho más sencilla.
Fueron dos años los que estuvo en el filial pucelano que los alternó con el primer equipo en Primera División, con el que participó en nueve partidos sin haber sobrepasado aún los veinte años. Al año siguiente, en busca de minutos, pues consideraba que podía aspirar a más que jugar en Segunda B, aceptó una cesión al Lleida, donde explotó. Aquella temporada con el Lleida, en la que marcó 14 goles en 37 partidos, llamó la atención de Vicente Miera, quien le citaría para el acontecimiento deportivo del año, los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Una llamada que pudo haberse truncado dado que acababa de iniciar la mili. Algo impensable en el fútbol moderno y una mano izquierda que el exfutbolista cántabro jamás olvidará, máxime después de que el combinado nacional se hiciese con la medalla de oro tras aquella final memorable en el Camp Nou. Un honor que, unido al buen rendimiento en el club catalán, le catapultaron a la primera línea de batalla blanquivioleta en la campaña 1992-1993.
Un curso muy complicado dado el mal inicio de temporada del equipo, aunque este fue poco a poco remontando hasta llegar a aquel trascendental partido en Palamós, donde se logró el ascenso a Primera. Amavisca con un papel principal anotó 15 goles entre todas las competiciones que definitivamente le colmarían de galones en el ataque vallisoletano para la campaña siguiente. No sería una tarea baladí pues compartía tridente con Onésimo y Alberto. En aquella temporada 1993-1994 anotó nueve goles entre todas las competiciones y en 37 partidos, lo que llamó la atención del Real Madrid, club con el que firmaría un precontrato a mitad de temporada. No obstante, no sería hasta el último día de mercado cuando lo harían efectivo y se incorporaría a la disciplina blanca.
Con el club blanco levantó dos ligas, la Séptima Copa de Europa y una Copa Intercontinental. Títulos que unidos a sus buenas actuaciones desde el costado izquierdo le consagraron a nivel internacional antes de abandonar el Real Madrid y regresar a su tierra, al Racing de Santander, para vivir después la segunda época dorada del Deportivo de la Coruña y retirarse en el Espanyol en la temporada 2004-2005 y con 33 años. Podríamos definir a José Emilio Amavisca como un tipo extremo a la antigua usanza y que hoy está en peligro de extinción, de esos que corren la banda hasta que marcan gol y que tras colgar las botas ha seguido vinculado a la esencia del fútbol como comentarista de partidos y director de la Escuela Municipal de Fútbol en Santander.