El caso de Esther López no registra avances desde hace ya varias semanas. Las últimas informaciones oficiales han indicado la suspensión de la intervención telefónica del móvil del principal investigado Óscar S.M. por no aportar datos relevantes a la investigación. La jueza que instruye el caso aseguraba que el sospechoso tenía conocimiento del ‘pinchazo’ de su terminal por lo que evitaba hablar del tema y utilizaba otras aplicaciones de mensajería como Whatsapp o Telegram para comunicarse.
Al parecer, Óscar también utilizaba otro móvil registrado a su nombre para hablar a diario con su entorno más cercano, su madre, su hermana y su actual pareja, a quienes habría dado órdenes de que no hablaran y no le preguntaran por los hechos ocurridos en Traspinedo. Según informa Informativos Telecinco, el principal sospechoso del crimen de Esther López conducía las conversaciones de todas las personas que le llamaban para esquivar cualquier pregunta que le señalaran como culpable de lo ocurrido a su amiga.
Además, según las filtraciones de las conversaciones de Óscar con su entorno más cercano, indicaba expresamente que le llamaran a otro teléfono, supuestamente de su hermana, y remarcaba que dijeran que «todo está bien y ya está». Asimismo, el principal investigado mantiene una vida normal y está muy pendiente de todas las informaciones que se publican en los medios de comunicación sobre el caso de Esther, y más detenidamente sobre aquellas noticias que van dirigidas hacia su persona.
Precisamente, la familia de Esther, cuando se cumplen seis meses de la desaparición y muerte de la joven de 35 años de Traspinedo, han remarcado la impotencia que atraviesan al no esclarecerse lo ocurrido aquella fatídica madrugada del 13 de enero en la localidad vallisoletana. Durante la lectura de una carta por parte de las primas de la joven, pedían al responsable de su muerte que colaborara y ayudara en las investigaciones para determinar los hechos.
El discurso de la prima señaló a las claras a Óscar S. lamentando que «él sigue viviendo su vida al igual que podría estar haciendo Esther, pero ella ya no puede seguir sonriendo». La angustia familiar se hace cada vez más fuerte porque como admiten viven «con el miedo de salir a comprar y encontrarnos con él» sin poder hacer nada para tratar de saber lo que ocurrió.