El Consejo de Gobierno de la Junta de Castilla y León ha aprobado este jueves 6 de noviembre la declaración del yacimiento denominado ‘Las Calaveras’, ubicado en la localidad vallisoletana de Renedo de Esgueva, Bien de Interés Cultural con categoría de Zona Arqueológica. Asimismo, se delimita un área protegida, teniendo en cuenta los estudios y resultados de actividades arqueológicas realizados en esta zona del municipio, junto a las últimas investigaciones sobre el yacimiento. El yacimiento arqueológico ‘Las Calaveras’ de Renedo de Esgueva alberga una de las más destacadas villas romanas de la provincia de Valladolid, ya que en este espacio arqueológico se identifican algunos de los más singulares edificios tardorromanos conocidos en este territorio. Se trata de un extenso yacimiento de 14,1 hectáreas en el que la investigación arqueológica ha permitido reconocer varios núcleos con una ocupación diferenciada y dispersa de estructuras.
La villa propiamente dicha, de unas 11,3 hectáreas, situada a unos 800 metros del río Esgueva, alberga varios focos de alta densidad de hallazgos superficiales en los que destacan restos constructivos junto a fragmentos de vidrios romanos y cerámicas romanas hispánicas tardías y paleocristianas. Gracias a la aplicación de la fotografía aérea para el estudio de este yacimiento ha sido posible reconocer un conjunto arquitectónico desarrollado en torno a un patio con peristilo, fácilmente identificable con la zona nuclear de la residencia rural palaciega. Estas edificaciones están cortadas por un camino rural, antiguo Camino real, observándose en la trinchera Norte de este corte una secuencia estratigráfica de materiales. Además, a unos 80 metros al oeste, se ha reconocido un pequeño templo de enorme singularidad. En el área identificada como la necrópolis, de 1,3 hectáreas, situada al noreste del área de hábitat residencial, destaca la abundante presencia de restos humanos, y a ella debe su nombre el pago de Las Calaveras. A unos 700 metros al noreste de la parte central de la villa se identifica la planta de un gran edificio basilical que constituye el primer ejemplo conocido de época tardorromana en la Meseta.
Se trata de la primera vez que se documenta una basílica de doble ábdide, una edificación excepcional en las construcciones paleocristianas, con una cronología de origen en el siglo V y posible pervivencia en época hispanovisigoda. Junto a ella, se identifica un pequeño edificio de planta cuadrada, en el que se inscribe una planta interior que pudiera corresponder a un baptisterio o un martyrium, que, por paralelos con otros templos tardíos, como el de Mazote, podría haber albergado la antigua iglesia de San Cipriano, citada en documentación de 1159. Las recientes excavaciones arqueológicas realizadas sobre esta estructura permiten reconocer la presencia de al menos seis enterramientos que avalan su carácter indudablemente funerario. Esta construcción contó con suelos de mármol, paredes pintadas y techos de mosaico. En definitiva, la acumulación de estructuras y sus posibles funcionalidades ratifican la excepcionalidad de este lugar, pues su registro edificatorio es paradigmático del importante papel que las villas tardías del Bajo Imperio tuvieron en la cristianización del territorio. Esta asociación de la villa y el templo está muy bien documentada en la tradición constructiva romana, incluyendo la posterior transformación de un templo pagano, o de los propios restos de la villa, en una iglesia.
La cronología para el origen de la ocupación de esta villa sería tardorromana, no sólo por el complejo estructural descrito sino también por el abundante conjunto cerámico compuesto por fragmentos de Terra Sigillata Hispánica Tardía y vidrios. El hallazgo de otras producciones vasculares más antiguas pondría sobre la pista de una ocupación previa de época altoimperial romana, con cerámicas pintadas de tradición indígena, una frecuente y recurrente situación que se viene documentando en este tipo de yacimientos áulicos rurales. Todo apuntaría a una cronología original del siglo IV d. C. y una pervivencia, para el edificio del martiryum, de uso hasta el siglo VI, mientras que la basílica pudo hacerlo hasta el siglo XII. La excepcionalidad de este conjunto radica en su registro edificatorio compuesto por la villa, el fanum, la basílica y el martiryum, todos ellos configurando un registro constructivo y cronológico probablemente coetáneo que pervivió, al menos parcialmente, hasta la Alta Edad Media.

